El borbollón de Las Huertas y Los Manantiales ubicados en la Sierra de Huatla, Morelos, son las dos sedes de trabajo de sitio específico definidas para el primer año. En cada sede se realiza una instalación hidro-lumínica, una intervención performática y un video experimental 360. Ambos manantiales, ascendentes por que brotan del subsuelo, mantienen temperaturas de 29° y juntos acumulan un caudal de más de 1300 litros por segundo. Sus aguas transparentes provienen del Nevado de Toluca y viajan vía subterránea desde las Grutas de Cacahuamilpa emergiendo aquí para integrarse al río Amacuzac y luego al río Balsas con desembocadura en la costa del Pacífico.
La exploración artística propone ir más allá de un interés geolocalizado porque mantiene presente un saber taoísta que amplifica el imaginario de lo territorial: "todas las aguas son una sola". Cobra potencia la alegoría globo ocular - globo terrestre dando sentido a la interfaz del cristalino, capa transparente y húmeda que recubre el globo. Manantiales - poros brontan por todas partes, se secará uno, se abrirá otro. Y más que importar dónde ocurre esto, es encontrar a la UNA MISMA volviendo de una larga travesía de purificación máxima. Punto de contacto donde se aclara y palpa un mensaje de unicidad, de otro lenguaje, quizá molecular, pero sabiduría terrestre al fin.
La fuerza motriz del agua que emana con energía infraterrestre, es para Edgar Morin un motor salvaje, su pensamiento arque-maquinal sigue los rastros y despliegues de la fuente originaria, solar. La investigación/creación Cristalino E-performances en primera instancia sitúa la mirada geológica en manantiales vivos y transparentes generando tecnopoéticas en torno al binomio luz-vibración. La contemplación y la meditación configuran distintas formas de sondeo perceptivo así como hipotéticas interfaces GaianIXD.
La potencia de la esencia irrigadora del manantial engarzada a un motor hidroeléctrico, recuerda la función espiritual de una rueda de plegaria. Así transformo el movimiento en energía lumínica abriendo un nuevo lugar de observación vibracional. La luz generada por el propio manantial emana de lo profundo proyectando imágenes autogenerativas, como si se tratara de un proyector analógico de cuerpos opacos o un mini teatro de sombras subacuático.
Mientras tanto, el ser respirante -performático- en un acto depurador y transformador se va reconociendo a sí mismo espejo y resonador del manantial. La capacidad re-generativa del motor de agua se halla consustancial e inherente a todo ser vivo. Es de esa capacidad de la que nace, para luego volver, el hilo conductor de la narrativa audiovisual cuya lectura viaja lineal sobre una cinta vortex, atraviesa la physis a diferentes escalas y también dimensiones de conciencia.
Allí radica una visión tecno-ética: la revelación de una especie imbricada en los procesos terrestres no solo nace adherida congénitamente a la materia y a la energía planetaria si no también a su consciencia. Una consciencia suprahumana que es micro y macrocósmica a la vez. El agua purísima del ojo cristalino, de travesía extralarga, sinuosa y subterránea, guarda la sabiduría terrestre para moverse y mover, viendo y tocando, irrigándo. Restituye con su fuerza la virtud nata que le pertenece a todo ser planetario, solo por ser planetario. El arte transmedial de Cristalino es entonces, la expresión de una ética minima frente a la disgregada dimensión espiritual en la contemporaneidad, se ejerce como un modo de existencia que desde el universo sensible regenera la propia conciencia del sí mismo, una renovada forma de ser.